Una infección que se previene
o reduce su frecuencia gracias a la alimentación con leche materna es la
gastroenteritis, la más importante por lo menos en países en vías de
desarrollo. Esta enfermedad es muy rara en los lactantes que se alimentan sólo
de leche humana. La enterocolitis necrosante, por otra parte, ocurre con menor
frecuencia en los alimentados al seno que en los que reciben leche de vaca. Además,
la leche materna proporciona protección contra el cólera. Muchos estudios
señalan que hay una menor incidencia de infección respiratoria en niños
alimentados al seno. Otra razón obvia para mayor incidencia de gastroenteritis
debido a la alimentación con fórmulas es la contaminación de botellas y tetillas,
así como por mal almacenamiento. Por su parte, el botulismo infantil se limita
virtualmente a los lactantes alimentados con leche industrializada. El menor
riesgo de muerte infantil súbita infantil en niños alimentados al seno no se
explica por completo.
Según investigaciones
españolas la leche materna contiene más de 700 tipos de bacterias.32 Han
utilizado una técnica basada en la secuenciación masiva de ADN para identificar
el conjunto de bacterias denominado microbioma.
- Prevención
de Sensibilizaciones Alimentarias
Está ampliamente demostrada la
presencia de alérgenos alimentarios en la leche materna, tales como proteínas
de huevo, de gluten (contenidas en el trigo, la cebada, el centeno, la avena, y
todos sus híbridos), de leche de vaca y de cacahuete.33 34 En general, las
concentraciones se relacionan con la cantidad del alimento ingerido por la
madre. Los alérgenos pasan con rapidez a la leche materna, en los minutos
posteriores a la ingesta, y pueden permanecer durante varias horas.
Se ha sugerido que esta
exposición a alérgenos alimentarios a través de la lactancia induce la
tolerancia en el bebé,33 si bien actualmente no se ha establecido cómo y cuándo
exponer a los bebés a los alérgenos alimentarios potenciales con el objetivo de
inducir la tolerancia o prevenir el desarrollo de sensibilizaciones
posteriores.
En el caso del gluten,
actualmente se ha demostrado que ni la exposición temprana al gluten ni la
duración de la lactancia materna previenen el riesgo de desarrollar la
enfermedad celíaca, si bien el retraso en la introducción del gluten se asocia
con un retraso en la aparición de la enfermedad.36 Esto contradice las
recomendaciones dictadas en 2008 por la Sociedad Europea de Gastroenterología
Pediátrica (ESPGHAN por sus siglas en inglés) para las familias de niños con
riesgo de desarrollar la enfermedad celíaca, que consistían en introducir
gradualmente pequeñas cantidades de gluten en la dieta durante el período
comprendido entre los 4 a 7 primeros meses de vida, mientras se mantenía la
lactancia materna.36 37 La genética de riesgo (presencia de los haplotipos
HLA-DQ2, HLA-DQ8 o alguno de sus alelos) es un importante factor que predice la
posibilidad de desarrollar la enfermedad celíaca.